Origen de una práctica alquímica: la animación como resistencia y encuentro.
Comencé con mi productora de animación stop motion durante la temporada del COVID-19, en 2020. El encierro me llevó a sumergirme en el cine como nunca antes, y esa inmersión marcó un antes y un después en mi relación con lo visual y lo narrativo. En paralelo, el vínculo con lo digital se hizo inevitable, pero más aún se volvió clara mi necesidad de delimitar un territorio donde lo analógico tuviera un lugar central. Empecé a valorar con más fuerza lo hecho a mano: modelar masas, pintar objetos, recolectar pequeños tesoros. Actividades que han estado presentes en mi vida mucho más tiempo que el hábito de mirar fijamente una pantalla negra o depender de dispositivos inteligentes.
Le pedí prestada una cámara a un amigo. Así empecé. La cámara fue, al inicio, una especie de filtro desde el cual dar forma a mis obras. Realicé pequeñas animaciones, micrometrajes que luego subía a redes sociales. No siembro plantas ni salvo animales (aun no), pero intento —de algún modo— dar vida. La animación, para mí, es una forma de alquimia. A través del vínculo con el tiempo y la creación de personajes, doy vida a lo inanimado. Resulta profundamente satisfactorio construir sus relatos e imaginar la textura de sus contextos, la historia detrás de sus zapatos.
Pasé de tener mi cuarto como taller a ocupar una bodega, y de ahí a un espacio en la extinta casa cultural Basshaus.uio. En ese lugar nacieron experiencias importantes, todas guiadas por el espíritu del Hazlo tú mismo. Entre ellas, el Taller de Confección de Personajes, que mezcla diseño de personajes y técnicas de stop motion; y el Jam de Confeccion de Monstrxs, un espacio libre, arte-terapia, donde cada participante confecciona un personaje a partir de materiales reciclados, partes de juguetes, y construye un relato que luego se comparte en grupo.
Hoy en día sigo dándole forma a esta práctica. Me pregunto si este experimento de compartir, confeccionar y relatar podría expandirse hacia otros formatos. ¿Qué otros tipos de jams, talleres o espacios de creación podrían surgir de esta metodología? ¿Podríamos imaginar encuentros de animación colectiva, ferias de criaturas, espacios de memoria visual a partir de objetos encontrados?
Mi proceso con la productora audiovisual de animación stop motion que he creado se ha ido construyendo como un manifiesto visual, un alter ego con tintes de antihéroe, casi villano. Le di una identidad: una cabeza de payaso —KLWNHEAD—, mi primera máscara, mi primer nombre. Hoy esa figura muta hacia vampirxpayasx, una criatura que nace de los temas que vengo trabajando en mis microclips: lo extraño, lo absurdo y, en ocasiones, lo bizarro.
En esta práctica hay una búsqueda constante por criticar, o al menos por encontrar en mí la posibilidad de hacerlo. Criticar el mundo que habitamos, o lo que queda de nuestra humanidad. Mis animaciones están pobladas por perros humanoides, cabezas de piedra, magos, cocodrilos, seres peludos y pieles pálidas que esconden soledades. Son monstruos que caminan en lo cotidiano, seres que, sin palabras, abren grietas.
Subo mis videos, experimentos y videoclips a YouTube, Instagram y TikTok. Algunos son por encargo, colaboraciones con músicos; otros simplemente son parte de un proceso constante, visceral. Si algo de esto te gusta, si te resuena o te perturba, escríbeme. Estoy siempre abierto a crear juntxs.
La música, la fotografía, la escenografía y la confección de lxs muñecxs han sido parte de un proceso solitario que he llevado adelante desde el inicio, siempre bajo la lógica del Hazlo Tú Mismo. Cada detalle ha sido creado a mano, con tiempo, intuición y mucha terquedad creativa.
A partir de 2025, inicio una nueva etapa: una búsqueda de colaboración y comunidad. Quiero compartir este camino, abrirlo, expandir sus límites y sumar miradas. Me interesa encontrar nuevas historias, nuevos lenguajes y experimentos que podamos desarrollar colectivamente con personas que también sientan curiosidad, deseo y necesidad de crear.